lunes, 22 de septiembre de 2008

El arquitecto ante la historia de la arquitectura.


Hoy día la historia está al alcance de cualquiera que muestre interés por ella. Gracias a publicaciones de todo tipo, desde densas monografías hasta amenas revistas, además de reportajes televisivos, el conocimiento histórico se ha convertido en un bien más de consumo y en una demanda cultural. Por un módico precio cualquiera puede comprar un libro o una revista de historia, arte o arqueología, o ver un programa monográfico sentado cómodamente en el sillón de su casa. Sin embargo, a pesar de todas las facilidades existentes, nunca antes el arquitecto había estado más alejado no tanto de la información histórica como del conocimiento histórico y su puesta en valor. No confundamos aquí información con conocimiento, pues mientras el primero hace referencia a la mera acumulación de datos, el segundo implica una reflexión acerca de los datos recopilados con el ejercicio de juicio crítico que dicha actividad conlleva. En este caso, nos encontramos con que los arquitectos y estudiantes de arquitectura estamos saturados de información y pensamos que ésta, por mera memorización o acumulación en el cerebro, se convierte en conocimiento. Podríamos incluso calificar este fenómeno como alienación; efectivamente el arquitecto de hoy día se encuentra alienado con respecto a la historia de la arquitectura: es consciente de la existencia de ciertas preexistencias arquitectónicas, sin embargo no las comprende y rara vez será capaz de considerarlas algo más que un palimpsesto sobre el que intervenir (término curioso que se ha convertido en el punto de apoyo para la palanca del “todo vale” en actuaciones sobre el Patrimonio).

Este proceso de alienación surgió a mediados del siglo XIX, se asienta durante la primera mitad del XX y desde entonces se ha implantado tanto en la teoría como práctica arquitectónica.

El primer paso hacia esta progresiva alienación ocurrió en el siglo XIX con los eclecticismos y su posterior crisis. Hasta el siglo XIX el hombre hacía historia, hacía arte. Un principio rector, que después se vino a llamar estilo, unificaba y resumía las diferentes tendencias artísticas tanto en el contenido como en la forma. Se avanzaba en una única dirección y las referencias al pasado se consideraban en función de su excelencia como modelo a imitar o en el que inspirarse (de una forma más o menos similar a cómo hoy día arquitectos y estudiantes aprehenden la arquitectura contemporánea como base para sus proyectos). A partir del Romanticismo, y motivados por el afán enciclopedista de la Ilustración, el hombre mira hacia el pasado con nuevos ojos, viéndolo no ya como un modelo lejano de excelencia, sino como un camino que se puede volver a recorrer y no sólo en una dirección, sino en múltiples direcciones. Empezando por la rivalidad entre el decadente neoclasicismo del segundo cuarto del s. XIX y el naciente neogótico de inspiración romántica, la arquitectura se lanza en todas las direcciones buscando cualquier vestigio del pasado susceptible de ser reproducido en nuevas construcciones. Sin embargo, esta multiplicidad de caminos y recorridos no llevaba a ninguna parte y a principios del siglo XX se habían agotado las posibilidades de esa reproducción indiscriminada del pasado.

El cambio que supuso la primera guerra mundial constituye el segundo paso en el camino alienante que estaba siguiendo la arquitectura. Ansiosas de un mundo nuevo en el que dirimir los errores del pasado, las vanguardias optaron por mirar hacia delante y, como diría Antonio Machado, volver la vista atrás para ver la senda que nunca más se ha de pisar. La implantación del Movimiento Moderno hace que progresivamente deje de mirarse a la historia y la arquitectura se plantee desde las bases de las necesidades estrictamente técnicas o funcionales. Si exceptuamos las aberrantes propuestas de Le Corbusier para el centro de París, o las desafortunadas reconstrucciones de ciudades europeas tras la posguerra, la modernidad prácticamente huye de la historia y cuando tiene que acercarse a ella lo hace con fastidio y sin diálogo, imponiendo sus nuevos criterios a cualquier precio. De esta forma, la historia de la arquitectura sufre una escisión: todo lo anterior a las vanguardias se considerará arte, artesanía, todo lo más expresión primitiva de la misma arquitectura, que solo se convierte en Arquitectura (con mayúscula) a partir de que los maestros del Movimiento Moderno sentaran las bases para la redefinición del mundo en términos de hormigón, vidrio y acero. El estudio de la historia de la arquitectura queda, de este modo, incluido en el estudio general de la historia del arte y convertido más en especialidad de historiadores, arqueólogos y artistas que de los propios arquitectos. Esta aproximación a la historia de la arquitectura desde la historia del arte fomenta el estudio de los aspectos estéticos y visuales frente a los espaciales y estructurales, contribuyendo aún más a mantener la diferenciación entre las dos épocas de la arquitectura a base de enfatizar la riqueza y calidad de los ornamentos pictóricos y escultóricos como criterio para definir la arquitectura, y la ausencia de los mismos y la pureza de las formas para definir la Arquitectura (con mayúscula).

Esta forma de ignorar la historia y partir de cero dio resultados medianamente aceptables siempre y cuando se actuara sobre terreno virgen; resultaba muy fácil aplicar los principios de la modernidad sobre un solar nivelado, sin preexistencias, donde todo pudiera modelarse a gusto del arquitecto. Pero a la hora de actuar en entornos urbanos o rurales, donde las preexistencias y la tradición tenían un peso considerable, la nueva forma de hacer arquitectura sencillamente se reveló ineficaz. La posmodernidad constituye la tercera y última alienación que sufre el arquitecto hacia la historia de la arquitectura. Si bien ésta surge como reacción a los brutales principios de tabula rasa de la modernidad, la forma que tiene de plantarle cara, mediante guiños, ironías, juegos icónicos… no resultó tampoco la más adecuada para aproximarse nuevamente a la historia de la arquitectura. Este último enfoque, totalmente distorsionado por la ausencia de una bibliografía arquitectónica adecuada sobre la propia historia de la arquitectura, únicamente considera la historia como un catálogo de símbolos e iconos cuyo uso únicamente está justificado en la medida que se mofan de la modernidad.

Actuaciones como la desafortunada restauración analógica del Teatro Romano de Sagunto pusieron en evidencia que muchos arquitectos no estaban en condiciones de actuar seriamente sobre el patrimonio. La ignorancia hacia la historia, unidas al afán de tabula rasa y el deseo del arquitecto de implantar su propio lenguaje dieron lugar a propuestas donde el respeto hacia las preexistencias pasaba por que éstas simplemente acataran los dictados del proyecto. De esta forma, el proyecto respetuoso o que dialoga con el entorno, se ha convertido en muchas ocasiones en un término vacío de contenido, como también lo es la sostenibilidad, que únicamente sirve para justificar la idea más descabellada.

Hoy día, el arquitecto, consciente de que la historia es algo más que un mero soporte para el proyecto, debe también reconocer que Arquitectura (con mayúscula) también puede ser la anterior a las Vanguardias, y como tal, digna de todo respeto a la hora de intervenir sobre ella. Y deben ser los mismos arquitectos quienes, igual que han hecho con la historia de la Modernidad y también de la Contemporaneidad, se vuelquen hacia la historia de la Arquitectura para darle una definición propia y alejarla de las categorías estéticas en las que la tiene encasillada la historia del arte. En definitiva, seguir la senda que abrió Bruno Zevi para saber ver la arquitectura como Arquitectura (con mayúsculas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si desea hacer un comentario que no tenga que ver estrictamente con la entrada en la que comenta, le ruego me escriba a pfunes1981@gmail.com o use el minichat.

Muchas gracias por su aportación.

No se publicarán comentarios solicitando intercambio de enlaces o sugiriendo visitas a otros blogs de temática no relacionada con este.