domingo, 23 de noviembre de 2008

Arquitectos. Jean Nicole Louis Durand (V)

Volumen I. Parte III

La tercera parte va precedida de una discurso preliminar y versa sobre los principales tipos de edificios, divida en tres secciones. En general, establece comparaciones con los edificios antiguos y su paralelismo con su aplicación actual.

El discurso prelimianr es una exhortación hacia los estudiantes de la Escuela Politécnica a ejercitarse en la arquitectura mediante el método científico, que va de lo simple a lo complejo; el éxito de éste método deriva de las observaciones particulares de las que derivan datos más generales.

El reto del discurso lo dedica a resumir las dos partes anteriores, defendiendo la sobriedad a favor de la economía, cosa que obviamos por haber sido ya tratada.

El examen de los principales tipos de edificios comienza con las principales partes de las ciudades, que son las vías de acceso, entradas, calles, puentes y plazas. De los accesos a las ciudades, considera que hospitales y sepulturas deben estar extramuros, y las vías de acceso con árboles plantados en fila, para ofrecer perspectivas. Con respecto a los monumentos funerarios, admira las construcciones antiguas pero lamenta su inutilidad, abogando por formas más simples. Las entradas a las ciudades pueden tener arcos del triunfo, aconsejando que éstos tengan vanos impares, mientras que los pares los prefiere para simples entradas. Volviendo a su línea práctica, prefiere la decoración escultórica ó epigráfica a los sistemas de órdenes. En lo relativo a las calles, éstas deben estar alineadas y bordeadas de pórticos, cruzándose en ángulo recto; así conseguirá abreviar el camino, impedir obstáculos y facilitar la renovación del aire, decantándose además por la diferencia de volúmenes según la fortuna de sus habitantes. Los puentes no deben introducir decoración inútil para así mostrar toda su belleza; pueden ser descubiertos ó cubiertos y sobre ellos pueden ir arcos del triunfo. La construcción de éstos no tiene por qué seguir unas determinadas formas y proporciones, sino que su sola disposición es satisfactoria para dar ejemplos grandiosos. Por último, la decoración de las plazas públicas, los pórticos y los edificios que al rodean; en ellas se deben permitir los paseos tanto en invierno (al abrigo de los pórticos), como en verano (refrescados por fuentes). Con todo, la construcción de las plazas de la época era más cara por la manía de la ornamentación, crítica constante en toda su obra.

Los edificios públicos son el objeto de la segunda sección. De todos ellos, a los que dedica más espacio es a los templos y a los palacios. Los primeros son los edificios mejor conservados y más abundantes de la antigüedad, y su conveniencia y economía es digna de elogio. Hace a continuación una breve historia de la evolución de las tipologías eclesiásticas, defendiendo por encima de todas la de la basílica constantiniana. Con respecto a los palacios, critica duramente los grandes ejemplos del renacimiento y barroco (El Escorial, Versalles, Las Tullerías...) a favor de los palacios italianos.

Seguidamente expone sus teorías para el proyecto y ejecución de los tesoros públicos, palacios de justicia, juzgados de paz, ayuntamientos, colegios, institutos, bibliotecas, museos, observatorios, faros, mercados de abastos, mercados de carne, bolsas, aduanas, ferias, teatros, baños, hospitales, cárceles y cuarteles. En todos los casos compara sus tipología con alguna de la antigüedad u otra más reciente que le parezca adecuada, poniendo siempre como referencia otro de sus libros, el Recueil et Parallele.

En la tercera sección se trata las casas privadas en la ciudad y en el campo. Durand empieza la sección hablando de la principal diferencia entre los edificios públicos, que ya ha descrito en la segunda sección, y los edificios privados, y ésta es, principalmente el distinto uso al que se destinan, sin embargo ello no significa que las máximas son sean las misma, es decir, que la finalidad de la arquitectura en la composición sigue siendo la utilidad y los medios para conseguirla también son los mismo, o sea, la conveniencia y la economía. Así como su formación se hará con elementos similares.

En definitiva, estos edificios deben ser tratados con los mismos mecanismos y principios de la composición de los edificios privados.

El primer tipo de edificio privado del que Durand habla es de la casa privada en la ciudad y comienza por una de las principales dificultades que encuentra, que no es más que la disposición y forma del solar que, sin duda, condiciona considerablemente el resultado final de la obra, sin embargo debemos tener presente que las exigencias, a pesar de este detalle, son las mismas que para una casa en el campo, que no se encontrará, en ningún caso, con esta inconveniencia.

Después de esto hace una breve descripción de las disposiciones generales donde establece el orden y situación de los patios y las divisiones de los cuerpos, todo ello dependiendo del tipo del terreno sobre el que estemos actuando, es decir, si éste es pequeño sólo tendrá un patio o a lo sumo dos, tres si es media o más cuando hablamos de un terreno considerable.

El cuerpo principal del edificio debe dar a la calle, o en su defecto, a un patio principal. Por otro lado hace una división en los tipos de cuerpos y establece cuatro tipos: simple, semidoble, doble o triple; dependiendo del número de habitaciones y el tamaño de éstas que es capaz de albergar.

También establece Durand una diferencia entre los tipos de viviendas, que viene condicionada por el número de habitaciones, dependencias, antecámaras, etc, que sea capaz de albergar, sin olvidar que todo esto no depende más que de, como ya se ha señalado anteriormente, del tamaño del terreno. Así pues, tenemos:

Normal: tendrán cinco habitaciones: antecámara-comedor, sala, dormitorio, gabinete y guarda ropa.
Media: albergará vestíbulos, varias antecámaras, comedor, salón, dormitorio, gabinetes-alcoba, trastero, guardarropas, aseo, tocador, baño, etc.
Considerable: además de todo lo descrito anteriormente para una casa media, tendrá varios salones, galería, biblioteca, capilla, salón de ocio y gabinetes de arte.

Y sea cual sea el tipo de vivienda siempre deberá estar despejada, la vivienda en sí y sus habitaciones, es decir, que no surja la necesidad de atravesar unas dependencias o estancias para salir al vestíbulo, y para ello contribuye, en gran medida, los guardarropas.

Por su parte, cuando estamos frente a un edificio de varias viviendas, que necesariamente debe tener una escalera, la colocación de ésta no será, ni mucho menos, arbitraria, sino que su lógica posición es en el vestíbulo, frente a éste o a lo sumo a su derecha.

Además añade que la orientación más adecuada será el levante para las habitaciones más usadas y el norte la peor.

Pero Durand no se olvida de establecer una distribución, incluso, de las personas que habitan las viviendas, de las dependencias. Ésta es, los sirvientes en el desván, las cuadras, cocinas, oficios, en planta baja o incluso en el sótano (si lo hubiera). Las dependencias ruidosas a la calle o al fondo del patio, cocinas y cuadras a patios privados (esto se dará, sobre todo, en viviendas importantes), la portería se instalará en el patio principal, las habitaciones de los cocineros estarán encima de la cocina, encima de las cocheras y cuadras estarán las habitaciones de los cocheros y los graneros de forraje, las docenillas y mayordomos se alojan en entresuelos situados en el cuerpo principal.

La orientación de las cuadras debe ser al levante, siempre que esto sea posible, la de las cocheras, al norte.

El segundo y último edificio privado que describe es la casa en el campo, de la que Durand siente enorme admiración, sobre todo cuando hablamos de las casa de campo de la antigüedad clásica.

Durand parte de sus principios básicos: la utilidad, la conveniencia y la economía, y distingue entre las casas que se construyen en la ciudad y las que se construyen en el campo, pues las primeras ofrecen ciertas dificultades que rara vez encontraremos en una casa en el campo. Estas dificultades pueden ser por ejemplo el echo de que la casa de la ciudad, normalmente se asienta en una parcela irregular, entre medianeras, con escasas partes en que de la luz directamente,..., detalles que en una casa en el campo no se dan.

Como en cada sección nos cuenta diferentes aspectos de la casa como es su disposición general, teniendo en cuenta las características de la parcela, puede tener uno o más cuerpos, que den a la calle y/o a un patio, e incluso si hay más de un cuerpo, que éste de a un jardín. Y si la parcela es grande puede, además, tener más de un patio.

Por otro lado distingue entre los diferentes cuerpos: simple si es una habitación por completo; semidoble si contiene una habitación grande y otra pequeña; doble cuando su espesor se compone de dos habitaciones grandes, y por último, triple cuando se compone de tres.

Nos habla también de las diferentes viviendas. En este punto dice que un edificio puede estar compuesto de una o varias viviendas. Si hay una sola vivienda, ésta debe tener cinco habitaciones, una antecámara que haga las veces de comedor, una sala , un dormitorio, un gabinete y un guardarropa. Hay ocasiones en que la convivencia exige la existencia de otras dependencias como habitaciones para la servidumbre, vestíbulos, trasteros, etc.

Todas estas dependencias deben estar situadas de tal forma que no estemos obligados a pasar por unas dependencias para llegar a otras, sobre todo si nuestro destino es el vestíbulo.
Si en el edificio hay más de una vivienda debe haber necesariamente una escalera en el vestíbulo o en su defecto de frente o a la derecha de éste.

En cuanto a las dependencias de las viviendas, Durand establece también sus pertinencias. Éstas son, por ejemplo que se debe colocar la servidumbre en el desván, las cuadras, las cocinas, los oficios, en planta baja o en un piso subterráneo. Si hay alas o cuerpos que den a la calle o al patio, en éstas se colocan las dependencias que provocan ruido o malos olores.

A la entrada del patio principal se coloca las dependencias del servicio y los graneros, etc.

Así nos va haciendo un recorrido a lo largo de todas las dependencias y describe como debe estar colocada.

En toda su obra se observa su admiración por la arquitectura clásica de Grecia y Roma, por eso nos habla de varias casas de la antigüedad clásica.

Termina ya esta tercera y última parte exponiendo el camino que se debe seguir en la composición de un proyecto cualquiera. Para aprender a componer es necesario combinar los diversos elementos, pasar después a las diferentes partes de los edificios y de estas partes al conjunto. Sin embargo, cuando se compone, debemos comenzar por el conjunto, continuar por sus partes y acabar en los detalles.

En primer lugar se centra en el conjunto; es necesario conocer el uso y las exigencias del edificio del que hay que hacer el proyecto, y en función de ello determinar la masa construida del edificio y sus alturas. Luego pasa a las partes, examinando la relación de éstas entre sí y con el conjunto del edificio, además de su construcción. Concluye con los detalles: a partir de un croquis se determinan los intercolumnios y particiones, colocación de huecos... Esto nos permite saber que orden utilizar y cómo distribuir sus diferentes elementos. Tras estas determinaciones se pasa a la realización del dibujo definitivo, con los detalles de los perfiles y ornamentos pictóricos y escultóricos a utilizar.

Así concluye su método de composición arquitectónica que sigue los caminos de la razón tanto en el estudio del arte como en la composición de edificios, que no son, uno y otro, más que una serie interrumpida de observaciones y razonamientos.



Pfunes Durand 05 Parte03
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